Hay en la esencia de toda cartilla socialista una especie de leit motiv doctrinario: la humanidad que surja del modelo populista basado en las prédicas marxistas, sus exégetas y corifeos ha de ser, irremediablemente, nueva.
Al socialismo le apesta lo usado, lo contaminado, y esa especie de horror retroviral va impreso en todos los lavados de cerebro conque generaciones tras generaciones van transmitiéndose el chiste de una sociedad completamente aséptica, próspera y espiritualizada a la inversa, una vez convertido el ateísmo marxo-leninista en una nueva religión.
El Ché Guevara, que acuñó su boina con la estrellita, su melena y su adusto ceño de vigilante del futuro solo para las camisetas, -y ahora para una marca de cervezas-, estrenó el nuevo lugar común de los revolucionarios, "El hombre Nuevo", definiendo nuevas generaciones de entes desmetalizados, sacrificados por el ideal comunista y dispuestos "a lo que sea y donde sea" por extirpar al capitalismo mundial armados el virus aniquilante del socialismo y sus variantes "siglo xxi".
Cuba, primer país socialista de América y faro de la lucha antiimperialista en el mundo, llega a los ochenta y tres años de su "Máximo líder" sin dos cosas vitales: el papel de inodoro y el Hombre Nuevo, ese tan bien representado por Alfredo Pong en su blog Cubahumor como un fiñe burlón y malcriado que le grita Happy Birthday to you, mientras exhibe una camiseta con la bandera estadounidense sobre la que ostenta su prédica de amor a USA.
A contrapelo de todas las evidencias, el tan cacareado Hombre Nuevo no es más que un muñeco confeccionado con huata marxista, que a veces por pura simulación oportunista y el resto por temor a la represión, recita el catecismo revolucionario del Hombre Nuevo a la medida doctrinaria del comunismo.
A ratos surgen intentos de análisis psico-sociales que tratan de definir esta enfermiza relación entre el poder y la masa. Lo abordaron Gustave LeBon, con su Psicología de las Masas y el propio José Ingenieros, aquel argentino que de filósofo y psicólogo social devino en aferrado comunista él mismo y terminó su vida como un rabioso anarquista.
Para mi coleto, siempre he hallado una sintonía de fascinación entre el enervado lider populista y sus masas irredentas. El político que no tiene buena oratoria no gana ni para el café con leche, y ese fue en parte el talón de MacCain según Aquiles y el conjuro que todavía arrastra a casi todo el mundo tras el flautista de Obama.
La demagogia, ese eficaz invento de ociosos atenienses, es vital para esa química entre el lider populista y sus atentos escuchas. No es siquiera el mensaje, por profundo o lúcidamente analítico, lo que convence al auditorio, sino todo lo contrario, la frase bien hecha, aunque vacía, que excita las emociones primarias como un toque rítmico de tambor puede llevarles a la danza del éxtasis.
Mejor se explica esa fórmula propiciatoria por la eficacia del "mantra", combinación de sonidos repetitivos que en las prácticas orientales induce precisamente a la caída en estado de trance propio de los estados profundos de meditación.
El mantra populista, en cambio, está construido de frases oportunas y altisonantes, esas mismas que ahora llenan páginas tras páginas de un potótico diccionario compilado con las ideas del famoso Comandante en Jefe.
En el desdoble del juego aquiescente de la masa deslumbrada por el líder, el tiempo va lavando esos tintes y de todo lo que podría presumirse el surgimiento del "Hombre Nuevo", solo salen apodos para el otrora carismático comandante en jefe, ahora devenido en un senil pararrayos para toda idea reformista o de intento reparador de la hecatombe que él mismo prodigó al país y que debe ser el espejo de otros pueblos que ahora siguen a otras cabezas parlantes de nuevas ediciones socialistas en América Latina.
De todo eso, por dolorosa ironía, sacamos la conclusión de que el famoso corazón parido por la era, en forma de hombre nuevo, ni siquiera llegó a mayor engendro que una lección incomparable de cinismo y falsificación: Los únicos que hoy todavía parecen desear larga vida a su comandante en jefe son sus momias coetáneas y cómplices. Los demás piensan como un negrito borracho y simpático, Pánfilo, de una generación de "hombres nuevos" creados por el socialismo: "Jama es lo que no hay, no se dejen engañar. Hace falta jama..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario